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Biografía
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Adolfo Vélez Gil (1920-2003)
En la hacienda Benítez cercana a La Victoria, pequeña población ubicada en las cabeceras del Valle del
Cauca, nació un hermoso bebé el 12 de agosto de 1920, cuyos padres Néstor Vélez y Beatriz Gil, bautizaron
con el nombre de Adolfo León. Dicho bautizo se llevó a cabo en la Iglesia de San José, donada por Manuel
Gil. Adolfo fue el tercero de seis hermanos, siendo sus hermanos mayores Arturo y Néstor.
Posteriormente nacieron Esneda, Otoniel y Mario.
Su niñez la pasó en el campo, y durante toda su vida conservó el amor por la naturaleza;
lamentablemente, perdió a su padre cuando solo tenía siete años de edad. Su madre,
una valiente y emprendedora mujer tomó el mando del hogar, y se hizo cargo de administrar los bienes y la
hacienda; también cuidó con esmero a sus hijos, a quienes dio ejemplo de responsabilidad,
rectitud, respeto y comprensión.
El mayor entretenimiento en la niñez de Adolfo fueron los caballos y las faenas del campo; tareas que
realizaba en colaboración con sus hermanos. Asistió a la escuela de la Victoria, donde cursó la primaria.
Siendo muy joven suspendió sus estudios para iniciar, con su hermano Néstor, un negocio de venta de víveres
y engorde de ganado. Pero su mente inquieta e inquisitiva no se satisfizo con dichas actividades y contando
con unos reales pidió el apoyo a su madre para continuar sus estudios en el colegio gimnasio del Pacífico en Tulúa,
donde era rector el señor Elías Quijano y profesor el escritor y literato ecuatoriano doctor José María
Velasco Ibarra, quien estaba en Colombia como exilado político. De él aprendió su amor por la literatura y
dedicación a la lectura.
Posteriormente, viajó a Bogotá para finalizar el bachillerato en el Colegio Antonio Nariño. En dicho colegio
estableció amistad con las dueñas, dos distinguidas señoritas y respetables damas de la sociedad bogotana, las
señoritas Marroquín, educadas en Europa y con amplia cultura. Contó con el afecto y admiración de ellas y por varios años fue
bibliotecario del colegio. Pasaba largas horas dedicado a la lectura de obras como los Miserables y otras
novelas de Víctor Hugo y diferentes autores, tanto extranjeros como colombianos. El día del grado de
bachiller fue encargado del discurso de despedida y festejó su triunfo con sus amigos y compañeros.
Con base en sus aptitudes por las matemáticas, materia en la cual sobresalió en el colegio consideró la
ingeniería como alternativa para sus estudios universitarios y como otra opción la Aviación. Sin embargo,
bajo la influencia de amigos y estudiantes de medicina, compañeros de Arturo su hermano mayor, se presentó
a Medicina en la Universidad Nacional, carrera que también lo atraía.
Inició sus estudios que culminó con éxito en 1948, obteniendo el grado en Medicina y Cirugía.
Entre sus compañeros destacaba a Salomón Hakim, gran amigo con quien estudiaba a diario compartiendo tanto
los éxitos como los fracasos. Salomón además de estudioso, se destacaba como músico y tocaba acordeón y
Adolfo amante de la música, aunque no tocaba ningún instrumento organizó un conjunto musical y se
entretenían en sus ratos de descanso, además de ofrecer bellas serenatas a sus admiradoras y amigas. Su
amistad con Salomón, destacado científico e investigador la conservo a través de toda su vida.
Desde su epoca de estudiante de medicina siempre se distinguió por su acertado diagnóstico clínico. Una vez, en un
examen oral de la Universidad donde debían diagnosticar a un paciente, el cual era considerado como
canceroso, al examinarlo observó dilatada una pupila y la otra contraída (anisocoria); dando el acertado
diagnóstico de sífilis terciaria y el tratamiento indicado para su curación. Esta aptitud lo acompaño
siempre facilitándole el ejercicio de la profesión, en su deseo de ayudar a la curación de los enfermos.
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Hizo su internado en el hospital de La Hortúa, de la Universidad Nacional en Bogotá, donde sobresalió por su dedicación
permanente a los enfermos. Tuvo como jefe al doctor Julio Perafán destacado cirujano, fundador de la Escuela de
Medicina del Cauca, quien le permitió hacer su primera apendicetomía y después toda clase de cirugías; Perafán
describe a Adolfo como su mejor discípulo a través de su carrera profesional, sobresaliente por su cumplimiento,
espíritu científico, progresista y por su calidad humana. Posteriormente, Adolfo viajó a Buenos Aires, Argentina
para especializarse como cirujano general y gastroenterólogo en el hospital Luis Quemes en Haedo; tuvo la
oportunidad de trabajar con el doctor Ricardo Finoquieto a quien admiraba por su talento quirúrgico, otro de sus
profesores fue el doctor Resano, persona de pocas palabras, pero gran maestro, de quien Adolfo aprendió muchas
técnicas quirúrgicas. Fueron muy amigos, tanto que este le propuso se quedara en Buenos Aires trabajando con él,
pero después de especializarse regresó a su querida patria.
En el Consulado de Colombia en Buenos Aires conoció a Gonzalo Canal Ramírez, famoso escritor colombiano y autor de
muchas obras, con quien entablo una bella amistad que conservó hasta el fallecimiento de este, pero que continúo
hasta sus últimos días con su esposa Isabelita y sus hijos. Regresó a Buenaventura en el barco italiano Antonioto
Usu di Mari, donde a causa de la enfermedad del médico de la tripulación, le tocó reemplazarlo y cuidar a las
personas que enfermaron a causa de una fuerte tormenta. Razón por la cual el capitán lo invitó a Italia, pero el
deseo de regresar a su querida Colombia le impidió aceptar tan tentadora propuesta.
En Cali inició su práctica quirúrgica trabajando en el hospital de caridad "San Juan de Dios" donde fue maestro para
muchos colegas y estudiantes de medicina. Fue pionero en muchas técnicas quirúrgicas aprendidas en Buenos Aires y
desconocidas en nuestro medio. En dicho hospital formó el primer grupo de instrumentadoras, seleccionadas entre su
grupo de amigas; entre ellas se distinguieron Olga Lucia Garcés y Ana Remedios Borrero, ellas con mucha dedicación
le facilitaron tanto a él como a otros médicos su labor de cirujanos.
En un paseo a la hacienda La Guaca conoció a su futura esposa Graciela Pardo Domínguez, recién egresada del Colegio
del Sagrado Corazón, con quien estableció muy prontamente una relación formal y se unieron en matrimonio el 19 de
febrero de 1954. El mismo día partieron a los Estados Unidos, para iniciar seis meses después su especialización en
ciencias básicas quirúrgicas en la Universidad de Pennsylvania en Philadelphia, como becario de la Rockefeller.
Los recién casados pasaron su luna de miel en el pequeño hotel de un amigo "Colombian Guest House" en Miami, situado
al lado de la bahía de Biscayne. Partieron en carro a New Orleans, donde Adolfo trabajó con un reconocido patólogo
de la Universidad de Tulane; tuvo así la oportunidad de profundizar en dicho campo, que consideraba básico para
confrontar el diagnóstico de sus enfermos. Estableció amistad con el doctor Lappan, quien les colaboró en su estadía
hasta el momento de partir con su esposa al norte de los Estados Unidos.
La estadía en Philadelphia fue agradable y tranquila. Adolfo asistía a la Universidad y visitaba el Doctor Hospital,
pues, aunque no hizo cirugías tuvo la oportunidad de observar en el quirófano diferentes tratamientos quirúrgicos y
profundizar en sus conocimientos. En Philadelphia nació su primer hijo Carlos Adolfo, hoy cirujano como su padre.
Con el pequeño visitaron New York, Niagara Falls y Boston, donde Adolfo tuvo la oportunidad de visitar hospitales y
entrevistarse con reputados cirujanos. En 1956, la familia regresó en barco a Colombia, para establecer su residencia
en la ciudad de Cali.
En 1956, Adolfo fue el primer Jefe del Departamento de Cirugía del Instituto del Seguro Social de Cali, donde organizó
el servicio y les colaboró durante más de 20 años. A su vez, con un grupo de
médicos pioneros, bajo la decanatura del doctor Gabriel Velásquez, inició la
cátedra de cirugía general, en la recientemente fundada Escuela de Medicina de
la Universidad del Valle y fue nombrado Jefe de uno de los dos grupos
quirúrgicos del Hospital Universitario del Valle. La Universidad del Valle fue
su alma mater, a la cual dedicó su vida y todo su esfuerzo como maestro y
profesional. Fue Jefe del Comité de graduados y fueron muchos los médicos de
Colombia y otros países de Sur América que recibieron su estímulo y soporte
durante los años de especialización.
En 1967, fue nombrado Jefe del Departamento de Cirugía, División de Salud de la
Universidad del Valle, cargo que desempeñó por varios años y cuyas experiencias
y conocimientos fueron de gran importancia para sus actividades investigativas
y desarrollo del servicio quirúrgico a nivel nacional e internacional.
El doctor Antonio Castaño Jefe de Otorrinolaringología define a Adolfo como el
mejor jefe del Departamento de cirugía, por su liderazgo, eficiencia,
dedicación, don de gentes, capacidad de coordinación y permanente comunicación
con los jefes de las diferentes dependencias. Expresa que los hacía trabajar
con eficiencia como lo hacía él, y siempre estaba atento a los problemas y las
soluciones que presentaban los jefes de las diferentes dependencias o sesiones
del departamento. Vale la pena anotar, que el Departamento de Cirugía está
conformado por el mayor número de sesiones del hospital y tenía a su cargo más
de 120 cirujanos de diferentes especialidades, entre las cuales se pueden
mencionar: Neurología, Oftalmología, Ortopedia, Otorrinolaringología, Urología,
Cirugía General y Cirugía Plástica.
Con respecto a las realizaciones llevadas a cabo por Adolfo como jefe del
Departamento de cirugía vale la pena destacar los cursos de actualización que
ofreció a los profesores tales como metodología de la investigación, currículo
y administración. Organizó un salón de reuniones para los profesores donde dio
comienzo a una biblioteca de consulta. En dicho lugar los médicos podían descansar durante sus
horas laborales. El doctor Castaño dice que gracias al estímulo de Adolfo él
realizó y presentó varios trabajos de investigación en Congresos Nacionales e
Internacionales, los cuales publicó en el Acta Tribuna Médica y Journal de
Otorrinolaringología, los cuales le dieron créditos para alcanzar el nivel de
profesor titular.
Adolfo inició la publicación de un informe anual o revista sobre las actividades del
departamento de cirugía; en este se relataban los hechos importantes realizados
en el año por cada sesión, como también los logros y méritos de todos y cada
uno de los cirujanos.
Otra de sus acciones fue la asesoría y apoyo a las profesoras de Enfermería, Yalila
Yoda y Sor Lida para el curso “Medicina y Cirugía con base en problemas”, donde
las estudiantes del cuarto semestre de la carrera, integraron la prevención, diagnóstico y rehabilitación con
base en el enfoque científico. Yalila expresa “el doctor Vélez decía: hay que saber anatomía y entender fisiología
para poder aclarar lo patológico del enfermo”. En las reuniones del grupo
quirúrgico, las estudiantes exitosamente presentaban los estudios de caso con
la aplicación del método científico y posterior discusión. La metodología de
integración curricular fue implementada para las áreas clínicas subsiguientes
de formación de la enfermera profesional. Posteriormente, en los años 90, esta
metodología se aplicó para el diseño
curricular del Programa de Master en Enfermería que ofreció el Departamento a
estudiantes tanto nacionales como internacionales.
Bajo la dirección y asesoría de Adolfo se creó e implementó el grupo “CIPO”, el cual
fue una idea innovadora en ese momento, donde
todo el personal de las salas de cirugía participaba tendiente a lograr el bienestar del paciente quirúrgico.
Adolfo decía: "Es necesario que, desde la aseadora hasta la enfermera jefe, comprendan la técnica aséptica
y velen por el bienestar del paciente, pues todas las acciones que realicen son determinantes en el
restablecimiento del enfermo”.
Este programa fue desarrollado bajo la coordinación de la Enfermera Julia Lerma con los aportes de todo el personal de
las salas de cirugía, cuyas actividades fueron importantes para hacer de los días de hospitalización de los
enfermos, momentos de agradable recordación.
Tendiente a proporcionarles horas de regocijo y socialización a los pacientes
hospitalizados Adolfo dedicó un espacio anexo a las salas de cirugía de hombres
y mujeres, en el cual se realizaban reuniones educativas a los pacientes y
personal. En dicho lugar los pacientes podían ver televisión, leer, asistir a
conferencias, o simplemente tener un espacio para su expansión y socialización.
Adolfo hizo colocar un dispensador de gaseosas frías, donado por las damas
voluntarias, donde cada persona tomaba
el refresco y depositaba el pago de acuerdo a los precios fijados por ellos
mismos.
Julia Lerma, profesora del Departamento de Enfermería, Jefe de Sala, y Coordinadora de CIPO, en forma
espontánea expresó: “el doctor Vélez y el grupo de fundadores de
la escuela de medicina fueron pioneros que marcaron una importante etapa en el
desarrollo y prestigio de la escuela de medicina, tanto a nivel nacional como
internacional. Adolfo era alto, arrogante e imponente; tanto por su saber, cómo por su figura. Fue un líder
comprensivo y siempre atento a mis opiniones e ideas, dio valor a mis aportes y
me hizo sentir seguridad como profesional, lo cual me marcó positivamente para
mi desempeño posterior, ya que ese cargo hospitalario fue mi primera
experiencia de trabajo”.
A su vez, Julia describe a Adolfo en dos aspectos centrado en el paciente y en el
equipo quirúrgico y dice: “Desde el punto de vista del
cuidado al paciente quirúrgico, el doctor Vélez prestó especial interés por el
bienestar del enfermo y de su familia,
daba gran importancia a la calidad de la atención con enfoque humanitario. Fue
pionero del programa de capacitación y auto cuidado pre y post operatorio del
paciente hospitalizado. Respecto al equipo de salud tuvo una clara concepción
de grupo y valoraba el aporte de todos y cada profesional y del personal de salud, llevándolos a
participar en la atención y recuperación de los pacientes. Incorporó en la
atención quirúrgica a la trabajadora
social, al personal de los servicios auxiliares y a las damas voluntarias.
Presentaba conceptos precisos y claros de docencia y aprendizaje, dando capital
importancia a compartir las experiencias clínicas con los estudiantes de
diferentes disciplinas, áreas y niveles. Incorporó para la prestación de los servicios nuevas técnicas quirúrgicas,
estimuló el estudio, la investigación y los grupos de discusión con activa
participación de la enfermera y demás profesionales de salud”.
Julia manifestó que el doctor Vélez por vez
primera en el hospital hizo partícipe a la enfermera profesional de las revistas diarias a los pacientes y estimuló
la participación de los asistentes en términos del diagnóstico, tratamiento y
rehabilitación para cada paciente. “El facilitó mi labor y crecimiento profesional, estimuló mi participación
e integración al equipo quirúrgico. Siempre
me dio entera libertad para coordinar y desarrollar el programa, pero con
permanente atención a las necesidades, problemas y soluciones”.
En 1971, Adolfo dejó el cargo de Jefe del Departamento de Cirugía para dedicarse de
lleno a trabajar en su proyecto de investigación que llamó
“Sistema de Cirugía Simplificada” (SICSIM). Inicialmente con la cooperación del
ingeniero y profesor Dean Wilson, publicó uno de los primeros artículos,
“A Simplified System for Surgical Operations: The economics of treating hernia”.
En el mismo año, participó como asesor y miembro del Comité Organizador de los VI
Juegos Panamericanos de Cali y cooperó
para formar con las damas de la Cruz Roja el grupo de Primeros Auxilios que
prestarían sus servicios en todos los eventos de los juegos y garantizaban la
atención adecuada de los accidentados. Afortunadamente, fueron insignificantes
los percances que ocurrieron. Para el aprendizaje de este grupo desarrolló en
compañía del doctor Jaime Arango unos folletos y posteriormente desarrolló con
su esposa y el doctor Arango el material didáctico para el curso modularizado
de Primeros Auxilios. El libro fue publicado por dos instituciones: el Ministerio de Educación
en 1980 y el Instituto del Seguro Social en 1982. Dichas publicaciones fueron básicas para la
elaboración del material educativo audiovisual que fue utilizado para el aprendizaje de muchos
grupos tanto en Cali como en el país.
Posteriormente en 1972, viajó con su familia en su año sabático a Boston, como profesor
visitante de la Universidad de Harvard y formó parte del grupo investigador,
cuyo jefe era el doctor Osler Peterson, reconocido epidemiólogo de amplia
visión y conocimiento acerca de los servicios de salud de los Estados Unidos.
Con dicho grupo participó en el estudio de clasificación de las cirugías por
niveles y tuvo la oportunidad de presentar el proyecto SICSIM y enriquecerlo
con los aportes que recibió por parte de ellos.
Durante dicho año fue consultor de cirugía en el Peter Benet Brighan Hospital. Adolfo
manifestó su dolor por el fallecimiento de Osler quien murió en enero 17 de
1988 y participó en la publicación de un artículo a su memoria publicado en la
revista Gazette de la Universidad de Harvard, el cual fue recopilado y escrito
por otro gran amigo el doctor Dieter Koch-Weser, jefe del departamento de Salud
Pública de la Escuela de Medicina de la Universidad de Harvard y encargado de
los proyectos internacionales.
A finales del 73, regresó a Cali y tuvo especial acogida por parte del Decano de Salud doctor Rodrigo Guerrero,
quien siempre fue y sigue siendo un importante colaborador y divulgador de
SICSIM. Igualmente, el doctor Jaime Ruiz, jefe en esa época del Departamento de Cirugía escuchó sus ideas y le
facilitó realizar la investigación. Con financiación de la Fundación
Rockefeller Adolfo dio comienzo a la planificación para el desarrollo de la experimentación de SICSIM, como proyecto
innovativo del Departamento de Cirugía de la Universidad del Valle.
En 1974, conformó el primer grupo interdisciplinario, con profesores de diferentes
especialidades de la Universidad del Valle: cirujanos, anestesiólogos,
enfermeras, salubrista, economista, ingeniero de sistemas, arquitectos,
administrador de empresas, sociólogo y psicóloga educadora. Para este último
cargo motivó a su esposa, quien siempre fue una de sus principales colaboradoras.
Durante los años 1975 a 1982, fueron muchos los
profesionales de diferentes países que visitaron y conocieron el programa;
aprendieron acerca de los diferentes modelos de SICSIM tanto en el Hospital
Universitario del Valle, como en los hospitales regionales del Valle del Cauca donde
se implementó. Varios cirujanos hicieron
rotaciones por periodos cortos y hasta por un año en el servicio quirúrgico del hospital.
A su vez, con profesionales del grupo interdisciplinario fue invitado a
presentar resultados del Programa, dar
asesorías o realizar talleres con grupos de directivos y profesionales de salud
interesados en implementar el programa de acuerdo a las características y
necesidades del lugar. Con este objetivo viajó con miembros del grupo
interdisciplinario a diferentes Departamentos de Colombia y otros países de
América y Europa, tales como: Perú, Bolivia, Venezuela, Brasil, Honduras, México,
Puerto Rico, Cuba, Estados Unidos, España, Francia y Alemania. En los
Departamentos de Colombia y los mencionados países se llevaron a cabo
implementaciones a diferente nivel y hoy en día la modalidad de cuidado en casa
para los pacientes quirúrgicos de baja complejidad –cirugías de nivel I y II- es una constante en la mayoría de los
servicios quirúrgicos del mundo. Vale la pena anotar que estos tratamientos quirúrgicos
representan más del 65 por ciento de las cirugías que se realizan.
En 1983, al finalizar la investigación de SICSIM en el Hospital Universitario,
Adolfo con otros profesionales entre los cuales estuvo el distinguido
epidemiólogo y gran amigo Rodrigo Guerrero se creó la Fundación de Cirugía Simplificada,
auspiciada por la Fundación para la Educación Superior FES, con un fondo de
contrapartida y responsable del manejo del dinero. La Fundación facilitó la divulgación de los diferentes
modelos para la atención a los pacientes quirúrgicos.
A su vez, como programa de la Fundación y con
auspicios de la Fundación Kellogg, Adolfo inició la planificación y
desarrollo del material de auto-cuidado para atención quirúrgica primaria en
las 17 entidades quirúrgicas de mayor incidencia en los grupos de hombres,
mujeres y niños. Para cada entidad se determinó el nivel de riesgo –bajo,
mediano y alto- con relación a los signos, síntomas y las acciones a realizar
tendientes a prevenir mayores riesgos.
Retirado de su labor profesional viajó con su esposa a los Estados Unidos en diciembre
de 1996 y se establecieron en la ciudad de Miami, donde residían dos de sus hijos, Rodrigo y
Fernando. Establecieron su hogar en un pequeño y cómodo apartamento al lado de la bahía de Biscayne,
que siempre admiró y le traía dulces recuerdos; allí permanecieron Adolfo y Graciela
hasta fines de julio del 2003. Esos años los disfrutó en paz y
tranquilidad compartiendo en familia y
con sus hijos, con quienes mantuvo una especial relación y gran amistad. Realizaba deliciosas paellas,
que aprendió de su hijo Carlos Adolfo y compartió con su familia y amigos.
En compañía de su esposa hacia largas caminatas y paseos a diferentes ciudades del
país. Tuvo la oportunidad de dedicar tiempo a sus hobbies como la lectura, la música
clásica, los caballos, la pesca y las orquídeas.
Dedicó largas horas tanto a la lectura como a la redacción del libro,
"Alternative Models for Surgical Care: Simplified Surgery System" que escribió
con Graciela y será publicado próximamente. Asistió a reuniones sociales y
médicas y se mantuvo siempre al corriente de los adelantos tanto en salud como
en cirugía. Recibió por parte de sus hijos un excelente equipo de música que le
facilitó ampliar su colección de música clásica y deleitarse escuchándola.
Disfrutaba la naturaleza y el caballo era su animal favorito. Hacía paseos a caballo en
compañía de sus hijos, los cuales le recordaban los
desfiles y las cabalgatas en Cali y sus alrededores.
Gozó mucho con la invitación a sus 80 años que programaron Rodrigo y Vanessa. El festejo
fue en el hipódromo de Calder (Calder race track) en Miami Gardens, Florida, y todos en familia disfrutamos tan estupenda
celebración, donde una de las carreras fue en su honor y fue nombrada, “Adolfo Vélez 80 years of
racing”, donde ganó una bella yegua llamada Lucette a quien habían apostado Adolfo y Vanessa,
lo cual nos llenó de alegría.
Adolfo asistía a las exposiciones anuales de orquídeas y compraba algunas que cultivaba
en el balcón, cuidándolas con especial esmero. Cuando tuvo oportunidad fue de
pesca, pero desafortunadamente no encontró con quien hacerlo frecuentemente. La
pesca le traía dulces recuerdos de las horas compartidas en las aguas del
Océano Pacífico en Bocagrande y el Atlántico en San Andrés, donde fuimos con los
hijos a pasar temporadas de descanso y sosiego.
Anualmente regresaba a su terruño por cortas temporadas para estar con el resto de los
suyos y tener la oportunidad de cuidar de su salud. Su interés por la paz de
Colombia era su mayor preocupación y hasta los últimos momentos escribió y
presentó sus ideas y planes a las autoridades gubernamentales para la atención a las personas
en momentos de desastre y conflicto.
A finales de julio, al sentirse enfermo regresó de urgencia a Cali, para ser
examinado y tratado por sus médicos amigos a quiénes tenía total confianza. Para
Adolfo era de gran importancia el calor humano y cercanía de los suyos, aunque
reconocía el valor de la tecnología y equipos médicos sofisticados. Desafortunadamente el
pronóstico que recibió no fue muy alentador y su vida se empezó a extinguir lentamente,
momento a momento.
Durante los dos meses que duró su enfermedad recibió a todas las personas que vinieron
a visitarlo siempre con una sonrisa y mucha alegría. Muchas personas vinieron a
pasar momentos en su compañía tales como su hermano Arturo, familiares, amigos y trabajadores;
sus hijos y sobrinos estuvieron presentes permanentemente. Todos le dieron mucho amor,
ese amor que él siempre brindó en forma espontánea y sincera. Falleció el seis
de octubre del 2003, a las dos de la tarde al lado de su esposa y rodeado de los suyos.
Su vida fue y será ejemplo para todos, por su entrega total a las responsabilidades
y deberes como médico, padre y esposo. Estas responsabilidades las llevó a cabo con entrega total, pasión,
alegría y gran amor. Sus actos y acciones siempre reflejaron las
dotes que recibió de nuestro Creador manifestadas en su existencia a través
del amor y servicio a los demás. Adolfo fue una persona feliz que supo disfrutar las cosas
grandes y pequeñas del diario vivir y pudo superar los momentos difíciles, siempre
dando apoyo a quienes lo necesitaban.
Hoy repito las palabras que expresó Augusto Castro, amigo y colega: “como esposa estaré siempre agradecida de la
vida, porque me dio la suerte de compartir y vivir por muchos años al lado de
un gran hombre y persona muy especial, mi adorado ADOLFO”.
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